Migrante que cae del muro fronterizo recibe cuidado y amor cristiano
Por Elket Rodríguez
Ana María Zambrano García, de 32 años, viajó miles de millas desde su natal Ecuador para terminar incapacitada en un refugio para migrantes en la remota aldea desértica de Palomas, México, luego de caer desde lo más alto del muro fronterizo entre Estados Unidos y México. En su intento por pisar suelo estadounidense, Zambrano se rompió las piernas, la columna vertebral, y ahora está confinada a la cama de un refugio.
“Intenté cruzar el muro, y en el momento que iba a cruzar al otro lado (Estados Unidos), me caí,” aseguró Zambrano. “Tengo lesionada las piernas, parte de la columna (vertebral) y tengo dolor en el cuello.”
Según Zambrano, cayó a más de 26 pies (8 metros) y fue expulsada de regreso a México –con un yeso en la pierna derecha y un soporte de cuello– por la patrulla fronteriza bajo el Título 42, una política estadounidense que autoriza la rápida expulsión de migrantes en la frontera debido al COVID-19. Incapaz de ponerse en pies o de caminar, Zambrano tuvo que ser transportada al refugio Palomas donde depende de la ayuda de otros migrantes para sobrevivir.
“Yo deje el Ecuador por maltrato intrafamiliar por parte del padre de mi hija.”, confesó. “Me perseguía mucho, tenía mucho acoso, y las leyes que protegen a las mujeres (en Ecuador) no se cumplen al cien por ciento.”
Historias como la de Zambrano son muy comunes, admitió el pastor Rosalío Sosa, quien coordina la Red de Albergues para Migrantes, un ministerio que atiende a miles de refugiados en 18 refugios para inmigrantes en el estado de Chihuahua, México.
"Esto es diario. Es cada día y cada noche,” dijo Sosa. “Llegan al refugio después de vagar hasta nueve días en el desierto o después de caer del muro fronterizo. Muchos llegan deshidratados y con los pies agrietados. Otros llegan con problemas estomacales después de estar hasta cinco días sin comer".
La mayoría de los refugios supervisados por Sosa se encuentran en Ciudad Juárez, al otro lado de la frontera con El Paso. Sin embargo, su red se extiende 100 millas al oeste hasta Palomas, donde se atiende a Zambrano. Pero Palomas no tiene un hospital, lo que obliga a Sosa a conducir 100 millas al este de Juárez para que estos migrantes reciban atención médica.
“Es muy común que recibamos a migrantes heridos que son expulsados por la patrulla fronteriza de Estados Unidos”, afirmó Sosa. “La patrulla fronteriza debería, al menos, devolver a estos migrantes a través de Juárez, donde hay mayor acceso a los servicios médicos”.
El Consejo Estatal de Población, la agencia del gobierno de Chihuahua que coordina los servicios a los migrantes, contrató a una enfermera que está de guardia en Palomas para ayudar a Sosa. Pero la continuación de sus servicios es incierta y puede depender de los resultados de las próximas elecciones mexicanas.
Mientras tanto, la patrulla fronteriza de Estados Unidos continúa expulsando a migrantes bajo el Título 42, una política de la era Trump que aún está siendo implementada por la administración Biden en la frontera. El 20 y 24 de mayo, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Filippo Grandi, y dos médicos del Departamento de Seguridad Nacional exigieron al presidente Biden que le ponga fin a la política del Título 42 debido a su impacto en los niños y las familias migrantes.
“Solo le pido a los gobiernos que hagan lo que se supone deben hacer. Nada más”, concluyó Sosa.
Si desea contribuir al ministerio de ayuda a inmigrantes de Fellowship Southwest, que apoya el trabajo de Sosa y otros pastores a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México, haga clic aquí.
* Se han cambiado los nombres para proteger a la mujer y su familia.
Elket Rodríguez es el especialista en misiones y defensa de inmigrantes y refugiados del Compañerismo Bautista Cooperativo y Fellowship Southwest.